
Un día cualquiera el profesor Chukrut se enamoró. Es raro, pero pasó.
Y desde el día en que conoció a la mujer de su vida (según él), quiso regalarle algo especial.
Primero pensó en ponerle su nombre a una estrella, pero eso es muy típico entre los científicos.
En verdad súper típico, aunque no lo crean.
Luego intentó descubrir alguna mariposa, para dedicarle el nombre científico a su amada. Pero no encontró ninguna mariposa nueva.
Después buscó algún mineral o alguna isla que nadie hubiera descubierto, pero nada de nada. Todo había sido encontrado y bautizado.
Entonces, en una noche de insomnio, pensó en los colores. En que había nombres tan raros como blanco hueso, amarillo pato y rojo teja (también hay uno café caca de guagua, pero no era la idea). Pensó que debía haber algún color sin nombre, para honrar a la mujer de sus sueños.
Pero no.
Esa noche Hans Fritz Chucrut tuvo pesadillas pero, esto fue increíble e inesperado, en medio de ellas, vio un color absolutamente nuevo, que nadie conocía.
Cuando despertó, supo lo que tenía que hacer. Se puso a trabajar hasta que inventó la primera cámara fotográfica para sacar fotos en los sueños.
Se acostó, la tomó en sus manos y de a poco se fue quedando muy dormido.
Hasta que apareció el color que había visto y pudo sacarle una foto.
A la mañana siguiente tomó la cámara y vio la foto, pero había salido oscura porque no tenía flash.
Entonces el profesor optó por lo típico y le regaló flores y chocolates a esta señorita.
Pero ella era alérgica y diabética.
Pobre profe.
Snif.
FIN