
Estimado lector: si pasaste por sobre mi puente, te agachaste, recogiste y abriste el sobre y estás leyendo esta carta, hay dos opciones.
OPCIÓN UNO: Eres un sabroso niño o niña (me carga eso del niñes. Y cuidado con lo que opino, porque soy un troll de verdad) y mientras estás leyendo esto, yo voy saliendo de mi escondite de abajo del puente. Y voy relamiéndome, porque tú serás mi almuerzo, o mi cena o mi desayuno, depende de la hora (aunque cena no, porque estaría oscuro y no podrías ver la carta, la verdad). Entonces, mientras sigues leyendo, yo voy pensando si te comeré como cebiche, o arvejado o a la parrilla, hasta que te agarre con mis largas garras y listo: cooperaste.
Siempre caen los que leen. Los otros ni abren la carta. Y así dicen que es mejor leer, jajaja.
OPCIÓN DOS: Eres Marcela, la trolla de mis amores. Y si aceptas mi invitación, limpiaré mi cueva y barreré todos los huesitos de niños y niñas (¿niñes? A quién se le ocurrió ese lesere) para que puedas entrar y sentarte en mi piedra más plana. Así podré decirte cuánto te amo.
Y si les parece raro que use una carta para estas dos cosas, es porque me la escribió Klaus, el vampiro, y tuve que pagarle en sangre por el trabajo. Y como no me quería morir desangrado, me hizo dos cartas por el precio de una. Por eso.
Igual así se nota mi lado romántico ¿no, niños y niñas?
Aunque para qué les pregunto, si ya me los comí. Burp.
FIN