Mordiscos de Carl Hiaasen – reseñas de cuarentena – 25

¿Cuántos de ustedes han comprado un libro por su portada? Por ejemplo, si no conociera al Fuentes, yo igual habría comprado “Estrella”, lo juro. Y antes de cachar a Nosecuantito Palacio (¿para qué se pone R. J. si se llama Raquel Jaramillo, si además hay que aprenderse el J. R. R. y el George R. R. también, ah?), obvio que me compré “La lección de August” por el dibu (que lo hizo la misma J. R., mira tú). O “La evolución de Calpurnia Tate”, oh, pero que portada más bella y que historia más acorde. Entonces, por lo mismo: cuando uno ve la portada de “Mordiscos” es como si te estuvieran diciendo: oye cáchate, hoy te tenemos comedia cabrito. Y uno va y cae.

La verdad es uno se lee esto en un día (de cuarentena), porque es ultra gracioso y absurdo, con una familia que vive en La Florida (la de Trump, ojo, de donde es oriundo el autor), en una casa hipotecada y con un patio repleto de animales. Serpientes de distinto calibre, una cocodrila huacha de tres metros, cuatro mapaches, algunos monos insoportables y un gato montés en reparaciones. El tema es que por estar quebrados, deben aceptar un pituto satánico: ser asesores animalísticos de un programa televisivo. Y el show en cuestión trata de un sujeto que sobrevive a lo que le pongan, comiéndose lo que encuentre, pero -ya lo imaginarán- es puro teatro. Completa el cuadro una productora televisiva todoterreno con el pelo infernalmente rojo, una compañera de curso del protagonista que anda con el ojo en tinta (tema social, bien integrado a la trama), el piloto gigantón de una de esas lanchas con hélice gigante, un alcohólico con pistola y una variopinta gama de animalejos, que no fueron maltratados durante la escritura de esta novela.

Carl Hiaasen es el autor, periodista y descendiente de noruegos (por eso el apeellido extraaño), que ha escrito libros para vejetes también (por ejemplo, pero tápense los oídos niños, uno que se llamaba “Striptease” y que fue una peli con Demi Moore dieciséis cirujas atrás, cuando era humana). Y en el rubro niños también le hicieron película a “Hoot”, que se llamó “Vecinos al rescate”, y que si la hubiéramos visto antes de comprar “Mordiscos”, ni con la mejor portada del mundo nos habrían convencido, la dura.

Y ya, dí la verdad Rosa: “Mordiscos” no es una joya etrusca, pero tampoco todo tiene que ser comida con fibra y orgánica y cultivada por unos duendecitos buenos en los ciclos lunares. De repente viene bien un atracón de azúcar.

Como dato curioso, en la página 323 hablan de los 33. Oh, pero qué curioso, mira tú.

Mordiscos. Océano, México. 384 páginas. ISBN 9786077356158

El increíble caso de Barnaby Brocket de John Boyne – reseñas de cuarentena – 24

A este calvito (como uno), John Boyne, todo el mundo lo cacha por esa historia con final macabro del niño con el pijama que no era pijama, a rayas. Y la verdad es que ha escrito lejos mucho más. Y mucha de su obra está marcada -lo dijo él, no yo- por su adolescencia ochentera en una Irlanda mega católica donde ser gay era ilegal (nosotros en Chilito tampoco íbamos muy atrás, una vergüenza. Así que vayan investigando a los políticos que la hicieron difícil y cero voto ¿ok?). La cosa es que John ha escrito para adultos, para niños y para los que están en la mitadita. En el filo de la infancia se encuentra esta maravilla que recomendaremos hoy, en este mes del arcoíris, y que se llama “El increíble caso de Barnaby Brocket”.

En esta historia el niño protagonista nació siendo un problema, porque sus papás son unos malditos convencionales -Alistair y Eleonor- que sólo toleran la normalidad (comillas con los deditos). Entonces, cuando les nace una guagua voladora, no tienen idea de qué hacer (muy metafórico todo, ¿cierto?). Y algo lo intentan, bien de mala gana, hasta que les gana la tontera y, en una escena de crueldad que es para enmarcarla de pura mega mala onda, la mamá del año le raja la mochila a Barnaby. Y el cabro, que no alzaba el vuelo gracias a ese lastre, se va directo a la ionósfera. Es entonces que aparecen los primeros personajes del reparto de diferentes que puebla este libro: una pareja de viejujas -pareja pareja, por si alguien no cacha-, que justo iban pasando por allí en su globo aerostático. Y es a partir de ellas que van aconteciendo las aventuras y encuentros notables con gentes dejadas de lado por la intolerancia, en este libro que es mis favoritos entre los creados por John (y le brilla la pelada, jaja. Le saqué una fotito en la Feria del libro de Guadalajara y ni con filtro polarizador, oye).

Si algún protolector engancha con este libro, puede seguir con una fábula algo oscurita y en clave Pinocho llamada “En el corazón del bosque” (también con portada de Oliver Jeffers, envidia) y luego con un libro que es más para hedionditxs cercanos a la edad de votar, que se llama “Quédense en la trinchera y luego corran”. Esta es una motivante frase que se escuchó a diario en la primera guerra mundial, pesadilla tras la cual un niño anda buscando a su papi, que pensaba estaba RIP, pero no. Y la vida le tiene más amarguraaaaa, con una amiga que termina presa en la isla de Man y tal. Es del verbo triste y si quieren leer el libro para adultos que hizo con el mismo caldo base, allí está “El pacifista”, donde también ejecutan a un adolescente soldado alemán que aparece en ambos libros (pobre, lo matan literariamente al cuadrado, snif snif).

En fin. John nos cae súper bien y por lo mismo nos cargó cuando le hicieron bullying por haber escrito “El nombre de mi hermano es Jessica” y le dijeron que no podía cachar realmente la problemática transgénero, a lo que él respondió: “Si uno escribiera sólo de lo que sabe, sería pura biografía”. Toma.

El increíble caso de Barnaby Brocket. RHM, España. 256 páginas. ISBN 9788415594062

El diario de Adrian Mole de Sue Townsend – reseñas de cuarentena – 23

Aunque la idea es recomendar libros para lectorxs entre 14 y 18, el protagonista de este libro tiene 13 ¾ pero igual califica. Porque este cabro de apellido Topo (bueno, uno es Cabezas y ha aprendido a vivir con ello) es tan re divertido y ocurrente, que es como un Papelucho brit con un papá que se “divierte” dándole copete al perro (mal), una mamá que anda puro mirando pal lado (a un vecino, mal también) y con la vieja satánica de la Tatcher al mando del país (peor aún). Entonces, cuando sus compromisos de año nuevo son:

Ayudaré a los ciegos a cruzar la calle. /Colgaré mis pantalones. /Volveré a meter mis discos en sus fundas. /No empezaré a fumar. /Me portaré bien con el perro. /Ayudaré a los pobres. / y Después de tener que aguantar anoche los ruidos repugnantes que venían de abajo, he jurado también que jamás beberé una gota de alcohol.

ahí uno sabe que está frente a una obra maestra de la locuacidad, el ingenio y la mejor literatura (o sea, no fome). Y aunque uno sabe que la Sue Townsend igual escribió hartos más libros de este personaje (siete en total), hay que conformarse que en castellano se encuentra el primerísimo no más (y, gracias a Jebús, en un español menos ezpañol que el de “The sisterhood of traveling pants”, que quedó convertida en “Verano en vaqueroz”, pardiez). Entonces, a buscarlo y leerlo. Y no escribo más, porque hoy no tengo más ganas. Chaíto.

El diario de Adrian Mole. Planeta, España. 328 páginas. ISBN 9788408090755