Las puertas del infierno de John Connolly – reseñas de cuarentena – 30

¿Se quieren reír? Bueno, el autor de este libro comedioso y sobrenatural, John Connolly, es más conocido entre los vejetes por su saga policíaco/sobrenatural protagonizada por Charlie Parker y un poquito menos por la de su Hieronymus “Harry” Bosch (GRAN serie en Amazon, por siaca). Pero aparte, John (que anduvo en Chile, regalando unas chapitas ¡que tengo!) es autor de otra serie de la cual sólo se ha traducido el primer libro: “Las puertas del infierno” (los otros, “The infernals” y “The creeps”, ni de casualidad). La trama se desarrolla en paralelo y a la distancia entre un colisionador de hadrones que tiene una grieta y un grupo de ociosos de los suburbios que encuentran de lo más chistoso invocar a Satanás, abriendo las puertas del título. Y como es un libro jocoso/siniestro, algo pasa, con una consiguiente plaga de zombis del cementerio cercano a la iglesia del barrio donde vive Samuel Johnson, protagonista de esta trilogía, junto a su perro salchicha Boswell (de él tengo una chapita, precisamente) y con la ayuda complementaria de un demonio que no es tan malo (es ficción).

Aparte de jajajearse mucho con este libro, hay que consignar que se lee de un tirón. El otro volúmen para jóvenes de Connolly es más estilo de los cabros de La otra LIJ (grupo de estudio del tema, síganlos, son mega activos y combativos y grandes lectores), o sea, con más simbolismo, oscuridad y su pizca de trauma infantil del tipo “¿Por qué tengo que hacerme cargo de mi hermanoooooo?”. Es un mega libro, complejo y lleno de capas, que fue editado por Oniro hace mucho tiempo (y ¿a quién le pase esa copia y no me la devolvió?) y hace muy poquito por Tusquets. Pero no se confundan con la tapa negra esa: no es para adultos, aunque infantil -Luis Sepúlveda, por ejemplo- Tusquet publique poco y nada (y a precios demasiado adultos).

Entonces, si su opción es la ironía azufrosa, libro uno. Si es hacer una tesis de doctorado, el dos.

Las puertas del infierno. Ediciones B, España. 304 páginas. ISBN 9788466645317

Buenos presagios de Terry Pratchett y Neil Gaiman – reseñas de cuarentena – 29

Bueno, para subir un poquito el rating, vamos por un libro con fans irrestrictos. Porque “Buenos presagios” es algo parecido a los Travelling Wilburys (en onda country), Asia (en onda prog/rock/Ortega) o, mucho más modestamente, como Los perseguidores de Rita (una pura noche en la Nonna Jazz, años ochenta, Upa! + Electrodomésticos, oh viejazo). En fin. Porque habemos millones de amantes de Terry Pratchett (snif) y en menor-medida-pero-igual de Neil Gaiman, y que ambos se hayan prestado a esta única colaboración, única y no más, nos deja en claro que estos accidentes astrales son únicos (aunque “La tierra larga” de Pratchett y Stephen Baxter igual está 9 de 10, mientras la de “Interworld” de Gaiman con Michael Reaves es ahícito no más, y fin del meandro).

En este libro que durante décadas fue inhallable (los autores decían que siempre les llegaba alguno en las firmas, roñoso y hualaliento a nivel estudiante por Zoom), gracias a la miniserie de Amazon (que no está mala, oh sorpresa, pero igual es mejor la portada con el diablo copeteándose), los avispados (alguno hay) de Planeta lo han reeditado. Entonces, como estas situaciones son como los accidentes astrales, hay que ir por el propio ¡ya! Y para quien no sepa de qué trata, es sobre un demonio y un ángel que son como Sam y Ralph de los Looney Tunes -ese del perro ovejero y el lobo-, o sea, que cuando hay que trabajar, trabajan, y cuando no son hasta amiguis. Azirafel y Crowley se conocen desde el issue de la manzana (Adán + Eva) y han tenido que estar mega alertas por siglos, debido al probable cumplimiento de las profecías de Agnes La Chalada, una mística que publicó sus profecías en el siglo XVII con absoluto fracaso en librerías, aunque por otro lado la vida misma ha ido calzando -peligrosamente- con sus presagios. Y el último es de acabo de mundo, cabritos.

Completan el reparto el hijo de Lucifer, una orden de monjas satánicas, una chiquilla de nombre Anatema y otro más conocido como Culogordo, y -si seguimos con el listín- también los mismísimos jinetes del Apocalipsis (donde Peste fue cambiado por Polución, aunque hoy podría volver a su antiguo ethos, ¿o no?).

En fin. Es un libro que crea fanáticos, único en su especie, muy gracioso (ese es nuestro Pratchett), que nunca tuvo secuelas y que es una muy buena puerta de entrada a ese gigantesco universo que es Mundodisco (ese sin Gaiman).

Buenos presagios. Minotauro (antes era de Timún Mas), España. 400 páginas. ISBN 9789569957017.

Crezco de Ben Brooks – reseñas de cuarentena – 28

A ver: este libro trae drogas, alcohol y sexo inseguro, por lo que -obviamente-algún sagaz editor lo calificó en tiempo record como el nuevo Holden brit y tal. Además, como su autor, Ben Brooks, lo había concebido justito antes de su mayoría de edad, la mesa del escándalo estaba servida. Pero como sus líneas están escritas con pachorra y mala uva, sin dejar de tener una capa freática de cariño del verdadero, realmente es digno de lectura (aunque no es del tipo “mire, diga que se le recomendó el adulto a cargo”, ojo bibliotecarixs). El protagonista es Jasper/Ben -para qué estamos, debe ser medio biográfico-, un cabro tóxico clase media (pero chilena, o sea, de cartón), al que recién le cambió la voz, con intereses literarios -sin dejar los videojuegos-, que anda por la vida a medio filo mientras se las va dando de escritor (con caña), sin mucha línea argumental, pero sí con mucha intensidad.

Después de este libro fue publicado su “Lolito”, que es más amarguete y que tiene críticas divididas (un servidor se encuentra, precisamente, en la frontera de la recomendación), antes de “Hurra”, que trae una historia de suicidio adolescente y que fue calificado por el diario El País como una “cerveza tibia” (Uuuuuuuuh).

El tema es que el último libro de este autor es “Cuentos para niños que se atreven a ser diferentes”, que es de un oportunismo tal que deja en claro que Ben ya no está para fiestuzas ni para dormir en el suelo y que su “Crezco” ya lo saluda desde lejitos, en la lontananza de su pretérita genialidad, porque Ben ya creció hasta convertirse en un adulto que paga cuentas y tiene su precio.

O sea, puro “Crezco” y chao Ben. Fue un gusto.

Crezco. Blackie Books, España. 248 páginas. ISBN 9788416290796