El castillo ambulante de Diana Wynne Jones – reseñas de cuarentena – 2

Como dice ese cabro tan incorrecto, el Holden ese de “El guardián en el centeno”, los libros que realmente nos gustan son esos que te dejan con ganas de llamar por teléfono al autor. Una pena, porque Diana Wynne Jones ya está RIP por un cáncer al pulmón. Eso fue en 2011 y eso que la película de “El castillo ambulante de Howl” fue del 2004. Y considerando que sensei Miyazaki no es dado a adaptar textos ajenos (este es un caso, y también con el manga de su próxima peli), ya con esa pura bendición había que ir por el libro (y después llamar a la doña). Pero es que no estaba en castellano, doh. Y, además, es una trilogía -que pueden ser leída de forma muy independiente, por siaca- y en un primer momento, salieron sus partes por dos editoriales distintas. Hasta que hoy, finalmente, es la gente de Nocturna ediciones la que tiene bajo su sello los tres: el de la peli, “El castillo en el aire” y “La casa de los mil pasillos”. Uf.

Pero antes de ir por el plot (aunque imagino que ya vieron la película, que calza harto), hay que decirlo: Diana Wynne Jones es una supersayaiyin de la LIJ, aunque no le haya ido muy bien en el mercado español. Una de sus obras maestras, la saga de Chrestomanci, fue editada hace un kilo de años por SM. Y ni siquiera completa (y está descatalogada, a-de-más). Hoy, en cambio, es posible encontrar el primero de la serie en Anaya, bajo el título “Una vida mágica”. Y es -comparando con el Potter aquel, porque también es de magos y escuelas de magia- como música de cámara enfrentada a una orquesta wagneriana arrotada. ¿Porqué? Por que si leen su “Guía completa de Fantasilandia” -¿ven que soy fan?-, que es un irónico/diccionario sobre los tópicos de la fantasy -como “pan de viaje”, “mago metrosexual” y “heredero perdido”-, se darán cuenta de que esta dama por definición le huía a los caminos ya transitados (puedo dar fe que en sus libros “El cristal encantado” y “La hora del fantasma” uno NO TIENE IDEA de hacia dónde va la historia, en especial en el segundo). O sea, sus libros esquivan el lugar común (sin ser literatoshos).

Pero ya. Mucho devaneo. Para quien aún no haya visto la peli (gil), el libro versa de una niña tirando a adolescente que es embrujada por la malvada Bruja del Páramo, convirtiéndola en una vieja chuñusca que hoy estaría en cuarentena (como Patricio Bañados y otros tantos veteranos que mandan cartas al diario). La contraparte en la historia es un hechicero que se alumbra todo el rato y que hace lo que quiere (=malcriado) llamado Howl y que anda en el castillo ambulante del título, a donde llega la joven/vieja y ahí se verá qué pasará. Léanlo para ver si al final hay casorio en las tierras de Ingari. Y si les gusta, los otros dos libros de título arquitectónico/mágico también están guay del Paraguay. Eso sería por hoy.

El castillo ambulante. Nocturna, España. 360 páginas. ISBN 9788416858781.

Los autoestopistas galácticos de Douglas Adams – reseñas de cuarentena – 1

Para quien celebra hoy -25 de mayo- el Día de la toalla, no hay que explicarle nada. Para quien no tiene idea de este evento (y que sólo conoce el Bloomsday, que festejan los rancios lectores del “Ulises” de Joyce, recorriendo Dublín muy literatosamente, ay, pero que cultos somos), es porque no ha leído la trilogía en cinco partes llamada “La guía del autoestopista galáctico”. Escrita por el británico Douglas Adams, fue primero un radioteatro y luego de su éxito libresco fue película, una maoma. Además esta película (maoma no más) tuvo otra culpa, porque el autor se había desplazado a Estados Unidos para hacerse cargo del guión y allí fue que murió… haciendo ejercicio en un gimnasio (ven que es peligroso). En fin. Fue un 11 de mayo y dos semanas después sus fans establecieron esto de andar con una toalla en su honor y por su magna obra de cinco libros, los siguientes: primero el homónimo y luego “El restaurante del fin del mundo”, “La vida, el universo y todo lo demás”, “Hasta luego y gracias por el pescado” (esto lo dicen los delfines, la segunda especie más inteligente del planeta. Después de los ratones) e “Informe sobre la Tierra: fundamentalmente inofensiva”. La trama se centra en Arthur Dent, un terrícola medio chanta, a quien van a demolerle la casa, y su amigo Ford Perfect, quien le confiesa que es redactor de una guía interplanetaria y que la Tierra está a punto de ser demolida también (spoiler, sorry). A partir de esa confesión, viajan por el espacio y se encuentran con Zaphod Beeblebrox, un ex presidente de la galaxia con dos cabezas, y con un robot depresivo de nombre Melvin, aparte de una diversa fauna de personajes y locaciones poco terrestres, se imaginarán.

Esta saga ochentera es algo difícil de reunir (ni se lo imaginan. Además que uno, generoso e idiota, presta los libros y puro cooperó), pero la editorial Anagrama sacó hace poco un compendio de los primeros tres libros (la recomendada, y titulada “Los autoestopistas galácticos”), lo que hace más fácil una primera inmersión en esta gloriosa, divertida y excéntrica saga. Hay un sexto libro, escrito por el master Eoin Coffler (el mismísimo de Artemis Fowl) que no está malo y que fue para el aniversario número 30 del debut de esta historia (ese sí que cuesta encontrarla. Olvídenlo mejor).

¿Y la toalla? Se preguntarán. Es porque la dichosa guía -que es como un chiste de la Lonely Planet- lo único que recomienda a los mochileros galácticos es nunca olvidarse de llevar una. Porque sirve para abrigarse, echarse encima, cubrirse la boca si hay gases tóxicos, como sábana, como señal de aviso, como arma (mojada) y, si no está muy cochina, para secarse. Eso.

Mañana empezaremos con puras escritoras un buen rato. Así iba a ser en un principio, pero es que uno es ñoño y es el Día de la toalla, pues.

Los autoestopistas galácticos. Anagrama, España. 600 páginas. ISBN 9788433959560.